Por Obdulio Ítalo Banda Marroquín, Lima: M.A. Paz y Miño, Editor, 2019.
PREÁMBULO
La alteridad es la teoría sobre el alter que alterna conmigo, implica dos polos cuales son yo y tú, o yo y ello, pero todo desemboca en un nosotros. El concepto de alteridad, co-implica la existencia del yo, y es por eso que resulta más coherente hablar del nosotros cuando se habla de dicha alteridad: aun en la exclusión mutua, seguimos siendo “nosotros. Ese nosotros complejo y dramático, expresa la fragilidad de las relaciones entre los hombres. Hablar de alteridad es hablar de conflictos, tensión, desgarramientos, desencuentros. Escribe Javier Ruiz (2007): “La alteridad es siempre tema en los tiempos de penuria, cuando el barco metafísico empieza a hacer agua (en el tempestuoso mar de las teorías) o a encallar en espacios poco profundos” (p. 10).
Como teoría, la alteridad implica un tomar en cuenta los nexos constitutivos entre el yo y los otros, vínculos cuya expresión son la versión psíquica y biológica hacia el entorno, y la convivencia; vale decir, el ser con otro. La alteridad incluye la comunicación de las existencias, la amistad, los deberes entre los hombres, las posibilidades de comprensión, la ética del prójimo, pero yo agrego algo que siempre fue descuidado o subestimado por los autores: la moral para con la madre naturaleza: tanta o mayor consideración que nuestro alter ego, nos merece la madre naturaleza.
Toda teoría de la alteridad se inicia por la descripción del sujeto concreto y la constatación de la vida psicológica, y va ampliando sus consideraciones hacia el sentido del marco societario. Por lo tanto, la intimidad resulta lo más trascendente para el individuo. José Luis López Aranguren distinguía entre alteridad, que es una relación personal entre yo y el otro, y la “aliedad”, que es la relación impersonal entre muchos otros. Por lo que se ve, la alteridad, involucra a lo individual y a lo social. En tanto que la relación con el prójimo es tan sólo de carácter ético, la alteridad involucra además de lo ético, consideraciones de orden gnoseológico, antropológico y hermenéutico.
Ahora bien: toda vez que el hombre entabla alguna relación con su entorno humano o natural, dicha relación está implicada en un nexo de carácter moral, debido a que el proceder del hombre, constituido en agente, tiene inevitablemente consecuencias para la integridad constitutiva de su alter ego.
Pero el alter ego es, no solamente el prójimo o “semejante”: receptor de las consecuencias de nuestro proceder, también lo es la madre naturaleza: quien contamina el océano o destruye un bosque para sacar provecho personal, ocasiona un daño a la constitución o integridad no solamente de sus semejantes, sino de la madre naturaleza. Aun suponiendo que el depredador careciera de “prójimos” presentes y futuros, en esa hipotética situación el daño a la naturaleza sería subordinación, sería una relación asimétrica entre ese individuo y su medio, relación en la cual el ego lo somete a su alter a la dictadura de sus intereses egoístas. Es una subordinación que no está regulada por la naturaleza sino impuesta exclusivamente por los intereses del ego. Existiendo una unidad material entre la conciencia humana y el Universo material, estando en éste la matriz del humano espíritu, le debemos respeto al Universo, se nos impone la exigencia de un deber-ser. La depredación es negadora de la relación filial que lo une al depredador con su madre naturaleza, y, además, está reñida con el respeto que ésta le merece por haberle antecedido a su presencia en el planeta. Se dice que la naturaleza no es sujeto de derechos; pero es que al hombre tampoco le asiste el derecho de disponer de aquello que no lo ha producido. Por lo tanto, le asiste al hombre, el deber de respetar aquello que no le ha costado producir y frente a lo cual es un simple advenedizo. Por eso es que incluyo dentro del universo del alter ego, a la madre naturaleza.
Por lo tanto, esta subordinación asimétrica impuesta por el ego tiene un carácter universal; siendo así, aquello que la unifica a la subordinación no es la constitución ontológica del mundo entitativo que circunda al agente, sino la naturaleza del ego. Más claro: el carácter moral del proceder del hombre ante el mundo, no lo determina la constitución entitativa de los entes de dicho mundo, sino las características de dicho proceder.
Pero el proceder del hombre ante su entorno, no es ajeno a las interrelaciones en la cadena evolutiva del Cosmos; en éste, la vida del ser viviente se afianza a costa de la muerte de otro; inclusive, la propia naturaleza inerte ocasiona destrucción de sus formaciones; y esos fenómenos no son morales. Se impone entonces, el interrogante: ¿cuándo es que la conducta del hombre hacia su alteridad, tiene carácter moral? ¿Existe algún móvil holístico de la conducta humana moralmente negativa? El presente ensayo es la aspiración a dar respuesta a esos interrogantes. Pretendo ser objetivo interpretando el ser del ἄνθρωπος en toda su cruda realidad. No pretendo ofender a nadie, sino reflejar al ἄνθρωπος tal como yo lo veo, pero espero que dicho reflejo sea desapasionado. Me acojo a la teoría correspondentista de la vedad, acepto la verdad objetiva por su valor predictivo y su contrastabilidad, y aspiro a que mis planteamientos se ajusten a ella. El presente ensayo es una humilde invitación al lector para que corrija aquellos planteamientos que no se ajustan a la verdad objetiva. Necesito de la crítica para acercarme a la verdad.
El homínido racional, subordina a su entorno ante sus apetitos; su expansión antrópica destructora invade el mundo como un reguero de maldición. Cuando lo haya consumido todo, dicho homínido se volverá sobre su hermano: reventará su carne buscando saciar su sed con la bebida de su sangre. Los jóvenes no somos conformistas porque teniendo nuestra mirada puesta en el futuro, nos sentimos responsables ante él. Por eso, mis palabras las dirijo no a los seniles conformistas ni a los seniles indiferentes sino a los jóvenes. Detengamos este carnaval frenético. Podemos y debemos reaccionar ante este indignante carnaval que denigra la condición humana; podemos y debemos aspirar a edificar una sociedad de hombres y mujeres honestos, fraternos, respetuosos, sensibles, empáticos y amorosos de su entorno. Podemos y debemos soñar con una futura comunidad humana empática y fraterna digna de morar en esta nuestra morada cósmica. Dejemos un legado de decencia para los tiempos futuros.
ÍNDICE
PREÁMBULO . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
I. LAS RAÍCES BIÓTICAS DE LA CONDICIÓN HUMANA . . 9
II. LA PREDISPOSICIÓN EGOCÉNTRICA INNATA . . . .. . 25
III. LA IRRACIONALIDAD Y EL MEDIO SOCIETARIO . .. 95
IV. LA SIGNIFICACIÓN DE LA PRESENCIA HUMANA
EN EL COSMOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
V. LA REVERSIÓN DE LA MISERIA CONSTITUTIVA
DEL HOMBRE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
VI. APÉNDICE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199
CONCLUSIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . 243
REFERENCIAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245
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