domingo, 12 de mayo de 2019

HACIA LOS FUNDAMENTOS ÉTICO-ANTROPOLÓGICOS Y METAFÍSICOS DE LA CATÁSTROFE MEDIO-AMBIENTAL


Obdulio Italo Banda Marroquín. Lima: EFA, 2019.

PRÓLOGO


     En la década de los años ’70, el estado peruano en aplicación del PLAN REHATIC dispuso el drenaje de todos los humedales costeros, para convertirlos en tierras de cultivo. Procedió al drenaje de cinco mil hectáreas de los humedales de Pucchún, admirable eco-sistema, destruyó los bosques ribereños del valle de Camaná, y cometió otras increíbles atrocidades. Yo levanté mi voz tratando de impedir la consumación de esta barbarie. Las instituciones estatales y toda la sociedad civil guardaron un despectivo silencio ante mi voz solitaria, mostrando su complacencia ante este dantesco ecocidio. Me espantó la complacencia del campesino, jubiloso por ver los humedales convertidos en “terrenos productivos”. Mayor fue mi decepción cuando me enteré que esta monstruosa atrocidad que yo creía única, era la norma del género humano a través del espacio y de su luctuosa trayectoria en el planeta. Sobrevino mi angustia y mi impotencia al saber que cada día que pasa la voracidad humana sigue devastando más áreas naturales y extinguiendo especies, ante la indiferencia y el silencio cómplice.
    
     Peor aun: el protagonista de esta barbarie no es alguien extraño a nuestro hogar planetario, no es un invasor extra-galáctico usurpador de nuestro hogar planetario: es su propio morador: el hombre. El protagonista de esta barbarie no es un oligofrénico; es un ente racional, privilegiado entre los vivientes, con sensibilidad axiológica para discernir entre lo bueno y lo malo, para internalizar imperativos morales; sí: él: el hijo más racional de la madre naturaleza.

     Es constitutivamente racional, sí. Pero qué hay de esa racionalidad: la misma racionalidad que condujo al magdaleniense a diezmar las manadas de caballos salvajes, es la que hoy protagonizó el drenaje de los humedales de Pucchún y la que además, produce transgénicos. Es la misma racionalidad que se expresa en Auschwitz, en Putis, en Cayara, en Nanking, la misma racionalidad que siempre humanizó su entorno con un saldo brutal de devastación y dolor.

     Creo que quedan aún espíritus sensibles a la barbarie de la destrucción de la naturaleza, que desborda toda moral y todo calificativo imaginable, barbarie efectuada por un ser que supuestamente se encuentra en la cúspide de la evolución biológica, y que supuestamente es muy superior a la naturaleza. Creo que lo que más nos debe espantar es, el antropocentrismo del hombre, expresado en el silencio indiferente de autoridades y espíritus pensantes. Estamos en el núcleo de un holocausto, de un carnaval dantesco, en el que el hombre, más bestializado y envilecido que nunca, mide el mundo por sus intereses mezquinos.

    Nuestra sensibilidad y axiológica estimativa ante este carnaval de pasiones, nos obliga a asumir una posición ante él: de qué lado estamos; qué DEBEMOS hacer; mas el asumir una posición, nos plantea la exigencia racional de indagar por las raíces últimas del problema; ¿cuál es el perfil antropológico del protagonista de esta barbarie?; ¿cuál es la explicación última de esta orgía devastadora?; cuál es la causa última de este dantesco carnaval hedónico del humano? Hacia ello conducen las presentes reflexiones.

    La presente es la parte preliminar de mi estudio. No discuto con otros autores coetáneos, porque quiero que previamente me lean, para entonces discutir con su juicio acerca de mis planteamientos. Sé que se me reprochará el no discutir con otros autores; no está mal discutir con ellos. No obstante, ante esas discusiones académicas y teóricas –que lo haré a futuro–, yo prefiero que la confrontación sea antes, de mis tesis con los hechos: yo prefiero que sea el lector quien efectúe la contrastación de la tesis y las propuestas del presente ensayo, con la lógica y con los hechos.

   Mis ideas no están dirigidas a los academicistas ni a los hermenéuticos: más bien representan un SOS dirigido a los hombres y mujeres de acción; a los espíritus sensibles ante la barbarie, pero que además, amen nuestro hogar planetario, y sean conscientes de nuestra grave responsabilidad moral en la hora presente. La historia humana está saturada de escritos, discursos y promesas, pero nada ni nadie detiene este frenético carnaval de devastación brutal. Al hombre no se le conoce por lo que dice o escribe, sino por lo que hace o deja de hacer en la prueba de la vida. Soy directo porque no hay tiempo que perder; la barbarie amenaza con hundirlo todo; cada día que pasa se “humanizan” más áreas naturales, y se extingue alguna especie. Quiero ser leído solamente por hombres y mujeres sensibles que amen nuestro planeta y sobre todo, consecuentes con sus ideas y comprometidos en la lucha.

     Es mi indignación e impotencia frente a la imposición de la barbarie irracional, y del consumismo brutal, indiferente y cómplice, pero es también un imperativo moral lo que me llevó a escribir estas líneas. Estoy indignado, pero mi indignación se mide por mi afecto y respeto hacia mi hogar planetario.

     Una de las satisfacciones que me reporta la presente investigación, es que constituye mi pensamiento y mi sentir auténticos: no es de corte hermenéutico: ni mis ideas ni mi sentir se los debo a ningún autor. La otra satisfacción consiste en que mi investigación me permite comprender en su intimidad más radical y brutal, el fundamento más profundo del daño moral deshumanizante y repudiable que deja la presencia del hombre en el Universo. Mi investigación le quita la máscara, y lo muestra en su brutal indigencia moral como lo que es: la bestia pensante.

     Mi lenguaje es directo, pero con él no pretendo ni herir susceptibilidades ni acusar: pretendo explicar. Pretendo descubrir las causas de la barbarie, y para ello, he de hurgar con objetividad en el interior del protagonista en este escenario de muerte: que nos muestre su cruda intimidad en su consistencia ontológica. Soy directo porque la hora presente ya no nos da tiempo para andarnos con ejercicios de gimnasia mental y cortesías eufemísticas: hemos de enfrentarnos con la naturaleza humana en toda su indigencia existencial, en toda su brutal y lacerante miseria moral. En el presente estudio no pretendo ofender, calificar ni censurar la conducta humana. Busco la verdad. Por lo tanto, me esfuerzo por mostrar con objetividad lo que hallo –o creo hallar– en la realidad factual que me ocupa.

    Estimado lector: si usted considera que mis calificativos no los merece, es porque no los merece. De ser así, no se haga problemas: si no los merece, es porque usted es una de esas personas excepcionales que honran la condición humana: sensible ante el dolor ajeno, sensible ante la maldad, respetuoso, desprendido, tierno para con el humilde, fraterno con la vida universal, desprejuiciado, o por lo menos, no es usted del tropel de las gentes que con su comportamiento egoísta, soberbio e insolente hasta hoy siguen marcando el paso de la trayectoria humana en el planeta. Entonces no se haga problemas; el caso no es con usted.

    Mi estilo es claro y natural, por una razón: es un mensaje de acción: no pretendo dirigirme al hombre academicista, ontológicamente unidimensionado y mutilado, abocado a las elucubraciones o a la hermenéutica de otros autores, insensible ante la problemática ambiental: por el contrario, mi diálogo es exclusivamente con el humano que siente –o es capaz de sentir– como yo, la herida sangrante de presenciar la devastación carnavalesca de nuestro medio ambiente, nuestra querida y hermosa madre-tierra, convertida en una piñata de la grosera voracidad humana, y responde a la impotencia de no ser ni siquiera escuchado por el tropel arrollador del carnaval humano. Tan sólo para él escribo, tan sólo con él quiero dialogar, porque sólo él puede llevar sus convicciones a la acción en la difícil hora del presente. Ese aliado, él sí, dolido e ignorado, necesita que se le hable claro y directamente.

     Porque soy uno con la vida, soy la vida palpitante del Cosmos; porque amo y respeto la pureza infinita del Cosmos, porque amo y respeto el prodigio de la vida, porque amo y respeto este hermoso y único hogar planetario, una roca errante, solitaria y frágil suspendida en la oscuridad de la infinitud, porque quisiera hacer mío el encanto de su tierna soledad, por todo esto, quiero que mi voz sea una plegaria. Si la sociedad civil siempre la humilló con su silencio, ansío que germine antes del final, ansío que ella contribuya a hacer renacer la vida por sobre la muerte, la vida por sobre el dolor. Aun sueño con un mundo colorido y auroral que emerja de la oscuridad de la muerte, un nuevo tipo de hombres y mujeres de ternura universalista, empáticos, sensibles y fraternos, sin heridas ni resentimientos, y que no tengan que odiar para abrazar sin barreras el renacer de la vida.


ÍNDICE


Prólogo...……………………………………………………    7

1. LA RELACIÓN HOMBRE-NATURALEZA EN EL CONTEXTO SOCIAL……  13
    1.1  La humanización de la naturaleza…………………...  15
    1.2  La ubicación evolutiva del depredador humano.……  20
    1.3  El pretendido derecho y el deber…………………...   27
    1.4  La dimensión social del depredador humano………   40

2. EL ESPÍRITU HUMANO Y SU EGOÍSMO…………..    53
    2.1  La problemática ambiental es la problemática del espíritu humano…    55
    2.2  El  Sinchi amachaq irracional y la convergencia egocéntrica…….    62
    2.3  El egoísmo en la línea evolutiva…………………...    87
    2.4  Irracionalidad y egoísmo…………………………..   110
    2.5  El genuino respeto es inconciliable con la
mezquindad....................………………………….   124
    2.6  El egoísmo bajo el influjo social….……………….   129

3. EL POBLADOR DE LAS JUNGLAS…………………  151
    3.1  La violencia egocéntrica potencial y la fragilidad en
el poblador nativo ancestral de las junglas………...  153
    3.2  Posibilidad y realidad……………………………....  172
    3.3  La contingencia del comportamiento ecológico.......  176
    3.4  Lo determinante: la carga instintiva de auto
conservación… 182
    3.5  La espiritualidad “vital” del respeto por la jungla.… 188
    3.6  El carácter episódico de la convivencia fraterna.…..  198
    3.7  La alternancia de fraternidad y agresividad………..  210

4. LA EDUCACIÓN Y LA CONDICIÓN ESPIRITUAL DEL HOMBRE……   215
    4.1  El mito de la educación……………………………   217
    4.2  El individuo………………………………………..   224
    4.3  La preponderancia biótica en la sociedad racional...  228
    4.4  La pretendida superioridad del hombre……………  243
    4.5  La auto-destrucción del ἄνθρωπος…………………  250
    4.6  El hombre, inserto en la contradicción liquidadora..  263
    4.7  La espiritualización del hombre……………………  269
    4.8  Apéndice: otras exégesis de la problemática moral..  287

Conclusiones………………………………………………. 316

Referencias………………………………………………… 318


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